10 feb 2014

Capítulo 22: Debajo de la piel

Un hombre deseaba violentamente a una mujer, a unas cuantas personas no les parecía bien, un hombre deseaba locamente volar, a unas cuantas personas les parecía mal, un hombre deseaba ardientemente la Revolución y contra la opinión de la gendarmería trepó sobre muros secos de lo debido, abrió el pecho y sacándose los alrededores de su corazón, agitaba violentamente a una mujer, volaba locamente por el techo del mundo y los pueblos ardían, las banderas


Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad, y entrarla en el campo de su visión. Y otra vez me pregunto: ¿Cuál puede ser ese desconocido estado que no trae consigo ninguna prueba lógica, sino la evidencia de su felicidad, y de su realidad junto a la que se desvanecen todas las restantes realidades?

Buena semana esta a rasgos generales, por nada en particular y por todo en general. No hay ningún percance que destacar y eso no es poco aunque a veces seamos demasiado exigentes y no nos demos cuenta del bagaje con el que contamos pensando siempre en el que está por venir. Hasta el fin de semana, esta fue una más, sin grandes cosas que destacar. Carlos se puso un poco nervioso con su par de exámenes de primero y plató y le acompañamos al hospital, otra cosa que quedará para la historia. El examen del viernes de control de realización me dejo un sabor de boca muy agridulce, porque aunque la nota final es lo que menos me importa, de lejos, uno no se siente agusto cuando controla una disciplina y no puede aportar todo el control sobre la misma a la hora de la verdad. Por lo demás muy suave, como digo me importa poco lo que opine Ángel y se que ando en paz con lo trabajado. En imagen seguimos avanzando como jefes con las prácticas que son puro protocolo porque poco aportan a la hora de motivar y conocimientos desplegados, pero bueno. No salimos, yo ni siquiera el viernes, y estuve con pROUST, música y dando cera a conceptos para lo de Deep Keepers.















El sábado parece que duró semanas. Por la mañana me llamó Iván y nos fuimos a tomar unas cervezas a los montaditos y luego al patio chico, con buenas tapas y poniéndonos al día. El simple hecho de que me llamase para tomar algo, dice mucho de lo que significo para él, y no hace falta decir que es mutuo. Por la tarde, vinieron a tomar un café Iván, y Lucía con Esther y Cristina, una amiga y una compañera de piso. Fue un rato de la ostia, con buena música, una charla guapa y muy cómodo. Lástima que a la noche no coincidiésemos con ellas. Hice una toma de contacto también con Electromagnética, para explicarle porque la agregué y pinchar, y joder, esa chavala mola, tiene un aura muy guapa, y será genial cuando nos conozcamos, fijo. El destino debe una. ¡Y a la noche la bomba! Tras siete años, el gran Mario aka Irvin y servidor pudimos darnos un abrazo sin el cable de por medio. Decir que también estaba por aquí Nacho, coleguita íntimo de Carlos. La noche del sábado fue un poco locura, con un montón de chicas en el cuarto de Carlos, luego salimos y me encontré con Zese, con Faes, con toda la gente, acabando a las siete de la mañana con Alberto e Iván en casa con charlas y momentos de paz absoluta, de sentido a la vida. Lo de menos fue el 1-4 del Sevilla, que ya le pueden ir jodiendo mucho al fútbol negocio, y ójala pronto le partan las rodillas a Cesc. Me faltan palabras acá por todo lo que ha abarcado esta semana, supongo que debo de escribir más a diario, pero ya saben, lo mejor lo dejamos en el tintero...




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