27 oct 2014

Capítulo 59: Mismos clavos, mismo ataúd



La bienvenida, y la despedida, su comida, los días más felices de mi vida cuando cualquier tiempo pasado fue bello, adicto como al caballo a dormirme entre su cabello...

La vida te pone, siempre te pone, y para ello, usa a su antojo todo tipo de tretas y artimañas, desde moverte por un empleo, desplazarte por estudios, trámites... A mi la muy sucia siempre me sugestionó con personas. Hace unos años acabé sin saber como ni porqué en Salamanca. No tenía pinta de que fuese a ser muy fructífera ni duradera esta etapa de mi vida, tras un año en el que no se desarrollaron todo lo bien que deberían mis obligaciones académicas para con Historia y no encontrar alicientes ni motivaciones que sirviesen de ancla para que yo echase raíces en dicha ciudad. El tiempo demostró lo contrario y me volvió a colocar ahí para que disfrutase dos de los años más maravillosos y completos de mi vida. Juro y no miento que este lugar me aportó todo lo que me podía aportar, todo lo que estaba a su alcance, para que fuese una persona íntegramente feliz. Pero aún así durante ese tiempo, siempre me faltó algo, algo que no puede aportar un enclave, si no la gente que lo habita, y si bien toda la gente maravillosa que conocí en Salamanca me dio lo mejor de si y me llenó hasta casi derramarme, no es menos cierto que no conseguí recuperar una sensación que es totalmente extrínseca a mi y escapa a mi dominio. Paradójicamente, esa sensación si que la había disfrutado anteriormente en la ciudad charra, y fue a finales del primer año allá, cuando conocí a una chica a la que desde el primer momento supe ver como si fuese de cristal y de la cual no sabía que acabaría locamente enamorado para siempre. La vida te pone, como os decía, y a mi esta semana la vida me ha puesto en Coimbra, usando como excusa a una de las personas más bonitas que nadie se pueda echar a la cara. Mentiría si os dijera que he conocido la ciudad como es debido, porque no he empleado el tiempo necesario para ello y no ha sido porque esta no haya sido una de las ciudades con más encanto que jamás he pisado, ya que rezumaba magia por cada costado, ya que desprendía una belleza a la que no hacía falta casi que ni buscar la perspectiva adecuada, si no porque he andado a otros menesteres bastante más prioritarios que el turismo. Aún así, no os quepa duda de que será una ciudad que pise con bastante asiduidad de aquí en adelante. Enamorarse de esta ciudad es fácil, la riega un río precioso, se erige como una fortaleza y está completamente llena de desniveles, lo cual otorga una luz y un encanto especial a sus calles. Los olores son totalmente distintos a nada que haya olido antes. La fruta sabe a fruta, nada que ver con lo que mordemos por acá. Las paredes de las avenidas y callejuelas gritan con fuerza todo tipo de proclamas y reivindicaciones, reflexiones, ideas, y sobre todo sentimientos. La gente vive tan tranquila y con tanta quietud y paz que no hace falta agudizar el oído para escuchar ese tipo de pequeños detalles que suelen pasar inadvertidos en nuestra vida cotidiana. Los artistas regalan lo que hacen por las calles, y, si bien es cierto que yo me he empeñado en hablar continuamente en castellano allá por donde iba, por aquello de hacer gala de la buena educación y los modales que nos brindan en nuestra patria, oír a la gente hablar, reír, y cantar en portugués resulta una melodía tan nueva como dulce para los oídos. Los jóvenes dan vida a la ciudad, se agrupan en repúblicas y comparten. Fíjense si la vida te pone que hasta ha querido que el sol nos acompañase, en pleno Octubre, durante toda mi estancia en el país vecino. Tengo un jet lag enorme aunque sólo haya una hora de diferencia, pero para colmo, se volvió a poner en orden el reloj biológico, ya saben, por aquello de se me olvidó este Marzo eso de adelantar la hora... Conocí el campo del Académica de Coimbra (hasta me traje un pequeño souvenir), algunos de sus bares, algunas de sus tiendas, algún que otro parque... Hay mucha gente bonita perdida por allí, es fácil encontrarse con ella. No puedo acabar estas líneas sin dar las gracias por María y Lourdes, esos pequeños regalos que la vida pone en tu camino para hacerlo todo más fácil. Estas dos chicas, cordobesas, estudiantes de medicina, estudiaron el año pasado su año erasmus en Coimbra, como mi compadre, y una de ellas echó raíces y decidieron pasar unos días por allí, para que la morriña y la saudade no se vuelvan muy duras. El caso es que contacté con ellas y han sido mi medio de transporte para poder llegar y volver sano y salvo a casa de esta aventura. Jamás sabré como agradecer el favor que me han hecho, la amabilidad con la que me han tratado, y la simpatía y alegría que desprendían ambas. Un viaje tan largo da para más de lo que parece, y tanto en la ida como en la vuelta, pese a no conocernos de nada, no he necesitado mucho para ver que son dos chicas maravillosas y que tiene que ser un placer compartir rutina con ellas, aparte de llevarme de regalo un par de charlas o tres más que interesantes. Espero que no les dure mucho la melancolía de la vuelta, y, espero volver a verlas pronto, quien sabe si antes de lo que todos pensamos. Acabo de llegar y no veo la hora de volver, y dedicarle un poco más de tiempo a este precioso rincón, eso si, siempre supeditado al tiempo que no me reclame mi dama.




Y si, mi dama fue el motivo. No voy a mentir, se me ha hecho largo y tedioso este tiempo de espera hasta volver a poder darle un abrazo de los que marcan época. Los comienzos, y las distancias, son dos mecanismos muy putos para según que cosas, y a veces se lidia con ellos mejor que peor. El caso es que hemos sobrevivido, y no había otra, porque tanto messieur como madamme tenemos tanta fe en esto como veces respiramos por minuto. Al fuego hay que aportarle mucha más chispa de la que uno pensaba, y no porque no vaya a arder, porque todo lo que tiene que fluir fluye, si no simplemente para ayudar a que lo consiga de una manera más veloz, eficaz y segura. Uno no decide cuando ni como llegan las cosas a su vida, y, una vez estas llegan, sólo queda dar gracias y afrontarlo lo mejor posible dentro de las posibilidades de cada uno. Si son cosas de dos, ni os cuento... Siempre, y digo siempre, recordaré la primera vez que me quedé completamente desnudo delante de alguien. Fue este sábado. Curiosamente, también estaba desnudo de manera literal, pero se está realmente desnudo cuando, de manera retórica, pones el corazón en las manos, sacándolo del pecho, entregándolo, y hablando con él. Nunca jamás he dicho nada similar a lo que le dije a ella, y pude hacerlo mirándola a los ojos, y teniendo la certeza de que podía decir cualquier cosa que pensase o sintiese porque ella, lo comparta o no, siempre lo va a respetar y me va a amar tal y como soy, y eso, ayuda a uno a entregarse y mostrarse todo lo vulnerable que una persona se puede mostrar. Tenía mucho miedo a su respuesta como tenía mucho miedo a hacer según que preguntas. Creo que no sentía una presión tan grande desde que tuve que hablar con mi padre para comentarle que iba a hacer Imagen antes de seguir con Historia. Pero sabía que era algo que debía pasar si queríamos que esto saliese adelante. Y aunque por momentos pude comprender lo que era el miedo, la paz que me aportaba el tenerla cerca, el saber que está ahí, era de tal dimensión que pude afrontar con entereza una de las conversaciones a la que más miedo he tenido nunca. Y salí, y salimos, victoriosos. Como no podía ser de otra manera, como, en el interior de mi persona, siempre había tenido la seguridad de que debía de ser. Cerciorar poco a poco, junto a ella, que todo lo que sientes y todo en lo que crees, tiene sentido, es una de las sensaciones más reconfortantes y placenteras que pueden existir en la vida. Yo las experimento todas junto a ella, la veo en cada momento de mi vida y se que todo saldrá bien, y no es sólo que me la imagine, es que no quiero que me falte. Nunca. Y no me falta, jamás. Hay veces que no nos podemos ver, veces que no nos podemos tocar, pero jamás nos faltamos, jamás. Se viene un camino tan largo, como bonito, y yo para un viaje largo siempre paso corto. Fue igual de importante, o más, todo lo que hablamos, que lo que hicimos, porque todo ello da sentido a lo que luego (y antes) pasó (y había pasado). Amar, se ama y se demuestra, no se dice.




Y como no ver la vida bella a su lado ¿uh? Cuando la cosa más absurda y rutinaria del mundo como es hacer la cena se convierte en algo así como una homilía o en fiesta nacional. Poco pedimos, no queremos nouvelle cuisine, no queremos un cuarteto de cuerda invitado para la ocasión, ni necesitamos comer en un chateû del siglo XVIII. Tampoco tenemos necesidad de beber un Oporto, ni de tener camareros y una flota en la cocina a nuestro servicio, nos apañamos bien solitos. Cuando ella está cerca cualquier mínima cosa adquiere un cariz diferente, un matiz especial, todo brilla. Nosotros no somos de sentarnos en frente, porque nos vemos mu' poquino, así que nos sentamos uno al lado del otro. Nosotros no pedimos un plato para cada uno, nosotros cogemos un menú a pachas en el centro comercial y nos preparamos un plato para los dos. Ella me pela la fruta, y yo lavo los platos. Y el yogur del desayuno me lo tomo de sus labios, porque si no, ni es yogur, ni es desayuno. Prueba el café antes de darme un poco a mi para ver si está más caliente de la cuenta para que no me queme, y coge con la cuchara las pepitas de chocolate para dármelas a mi, a pesar de que es lo más rico del espresso, y todavía tiene el valor de decirme que lo hace por todo lo que le doy yo a cambio y por tener esos mismos gestos con ella... Quizás sea verdad, pero como para no hacerlo. No puedes no hacerlo cuando tienes la oportunidad de vivir en directo el espectáculo que es su risa. No he escrito nada estos días, lo poco que ha nacido en mi cabeza ha sido al ritmo que marcaba su pecho, como si fuese el bombo y la caja que todo músico necesita para no perderse. Que fácil es todo cuando a pesar de ser tan distintos y de conocernos menos de lo que deberíamos, nos conocemos tan bien y somos tan iguales. Que fácil todo si tú, que fácil todo si nosotros.



Estos días no ha parado de cantarme y a mi se me han caído los palos del sombrajo al suelo. Le ha dado un sentido totalmente nuevo, con lo que ello implica, a Sin documentos y a Growing pains, me ha llevado a Cuba para hablarme de La flaca, me ha explicado porque siempre ha sido y será Niña candela durante Un año y otro año. Me ha convencido de que Romeo y Julieta no eran de este planeta, y que, al partir, siempre hay que hacerlo con Un beso y una flor. Me ha cubierto de besos como yo la he cubierto de caricias, no me queda ni una más. Me ha cortado el pelo mejor de lo que me lo ha cortado ningún peluquero jamás. He vuelto a disfrutar más viéndola sonreír que cuando ella intentaba hacerme sonreír a mi, y os aseguro de que se le da mejor que nada en el mundo y que eso me hace disfrutar muchísimo. Nos hemos ido del bar a mitad del partido entre el Madrid y el Barcelona porque solamente lo estábamos viendo para reírnos de ambos, y una vez hecho esto nos hemos ido a pasear de la mano por la ciudad. Mi cámara la ama, y, pese a que sale bien bonita en todas las imágenes, ya os digo que no tiene nada que ver al privilegio de poder disfrutarla en directo, de verla danzar por las calles, de verla llenarlo todo de colores, de ver como consigue manejar el tiempo a su antojo. Hemos hecho el amor con un virtuosismo desapegado y aprensivo, de todas las formas, maneras y posturas posibles. Todas las veces que hemos podido y hasta algunas que no hemos podido. Le ponemos tanto amor que a veces creo que vamos a gastar las reservas mundiales. Los BEP preguntándose donde coño estaba y resulta que ella y yo no parábamos de hacerlo... No hay dinero en el mundo para pagar la suerte de poder ver su cuerpo desnudo y pasear por él, lo juro. Rodar por la cama nada más despertarte y chocar con ella es lo más parecido que puedo estar de hablar de un milagro. A día de hoy, mi única prioridad es llenarle la vida de orgasmos y sonrisas a partes iguales, a granel, por toneladas, con avaricia, volátiles, a cada cual mejor, a cada cual más eterno. Cuando terminas y te cantan Para que no se duerman mis sentidos al oído susurrándote, comprendes que dios existe, y está con este...






Ella - Los mismos clavos




¿Cómo ganarse el cielo? Cuando uno ama, con toda el alma...Y es que el cariño que te tengo, no se paga con dinero, habías sido sin dudarlo la más bella, de entre todas las estrellas, que yo vi en el firmamento...

Psirico - Lepo lepo





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