16 mar 2015

Capítulo 79: El último que cierre

Esta semana he aprendido mucho, quizás incluso demasiado. Y lo mejor es que he aprendido de esas pequeñas cosas que parece que no tienen excesivo valor, que no tienen mucho donde rascar, pero que sin embargo le dejan a uno un rato reposando y haciéndose consciente de. He tenido la oportunidad de entrenar con todo un campeón de Europa de tenis de mesa. Un hombre que quedó en silla de ruedas por un accidente, y que posteriormente perdió su mano derecha, con la que jugaba, con lo que tuvo que aprender a jugar con la izquierda. Me parece algo increíblemente brutal, como ejemplo de superación, de amor a algo, de pasión y sobre todo, de cojones. Vino a entrenar con su hijo pequeño, Aleksander, que ya empieza a soltar el revés de una manera en la que se pueden aventurar futuros rasgos de uno de los mejores reveses que ha visto el circuito, aunque aún queda mucho por pulir. Estuve cosa de una hora peloteando con su padre y fue todo un honor poder compartir cancha con, nunca mejor dicho, todo un campeón. Disfruté cada pelota que toque y me dejé los cuernos con mucha más alegría que de costumbre, que puestos a ser francos, no es ni mucho menos poca. Cada día me encuentro más fino aunque aún queda mucho para volver al que fue mi nivel y muchísimo más aún para adaptarme de nuevo al juego y al nivel de la competición, pero es tan jodidamente rico y gratificante que no lo cambiaría por nada en el mundo. Por otra parte sigo cogiendo responsabilidad y galones a la hora de arbitrar, y ya me ponen partidos con cierta intríngulis, cruces de eliminatorias para el campeonato de Extremadura, en los que no sólo disfrutas de poder poner paz si no que además disfrutas del nivel de juego y trabajo de los equipos, y empiezas a tener cierto trato con los jugadores y entrenadores de los mismos, con los que puedes echarte un café pre-partido o unas cañas post-partido. En este caso no fue así porque tenía otra serie de obligaciones que cultivan mucho más por dentro y riegan los simientes. Este fin de semana volvía a estar marcado con pintalabios en el calendario porque sabía de sobra que volvería a hacer el amor. Y así fue, volví a ponerme delante del SH y a hacer manitas como sólo las hago con él, a encontrarme y conocerme de una forma en la que sólo puedo hacerlo a través del cable y no la carne, a dejar parte de mi, a abrirme con bisturí y a coserme con el fil D'Arianna los puntos de sutura. Y siempre que tienes a Juanmy al lado pilotando las naves que arden más allá de Orión pues no hace falta ni abrocharse el cinturón de seguridad y simplemente coges palomitas y disfrutas del viaje intergaláctico. Sobra decir que como siempre, nos faltó tiempo para todo lo que queríamos y debíamos hacer, pero vaya, es algo con lo que contábamos más allá de que nos guste dar palos de ciego con nuestras cábalas, porque así somos felices, elucubrando, y trece bendice mi fe. Mientras todo sea cuestión de tiempo y medios y no de talento y saber hacer, podemos estar tranquilos, porque no nos hace falta ni que todo llegue para saber todo lo que hay. Prometo dejaros disfrutar pronto de mis aleaciones con el norte, prometo regalaros mi desnudo sin pediros el vuestro a cambio, mis pajas son mentales. 

Y para rematar un poco la semana, en la que pude volver a tocarme bien fuerte con el escudo del atsu y las siglas de mi pecho porque volvimos a reinar por Europa, pusimos fin al sábado en la mejor de las compañías posible, más allá de que Rubén ande haciendo de sus fresas su caballo de batalla y no podamos disfrutar de su presencia en directo. Volver a juntarnos todos para echar una cuatrola en el Candy y tomarnos unos zumos tal y como están las cosas sigue saliendo más barato de lo que piensan y nos hace ser más privilegiados de lo que nunca seremos conscientes. Puedo mover con Jesús la cabeza en su coche y bailar el Satisfaction, puedo cantar el Rubén Castro alé con Garry y con Ángel y puedo despedirme de Mangy con un achuchón bien fuerte ¿que más queréis que pida? Por si fuese poco hicimos del domingo una celebración atípica a medio camino entre cañas y café, con Lorenzo saliendo a pasear para nosotros y con Eólo siendo clemente. Caen las horas y hacemos de la vida un lienzo en el que aunque no poseamos los colores más bonitos, dejamos constancia de un trazo tan pulido como nuestra técnica, tan certero como sincero. La ruleta gira, señores: hagan juego.


Yo que solo sé llorar por dentro, vigilo la presión de mi ataúd es lo que intento,conozco mi talento, mi virtud y mi defecto... y el eterno rechistar de latitud al que me enfrento. En este azul baúl de invierno que no deja volar, yo tengo una vida fabricada con sentencia, se está tiñendo gris este cielo de aparencias, de mis caricias de triste arrepentido... por inercia voy perdiendo el sentido, me siento solo y escribo, decido cada verdad, reacio a mi soledad en un palacio edifico...

Mirar desde la peana no es fácil. Yo solía usar el podio para atarme los cordones, pero una vez que te subes es harto difícil no mirar con el vértigo que provocan las alturas. Ese extraño desnivel que te aprieta en la barriga y que te hace arrojar todo, aunque no hayas comido. Resulta paradójico que esta sensación nos invada cuando el punto de gravedad que guarda nuestro equilibrio no está asentado establemente, más allá de que tengamos o no los dos pies apoyados en el suelo. Lo mismo pasa con la vida. Tengo un tubo que recorre mis cavidades intravenosas y que está conectado con el que surte líquido a la tinta del bolígrafo. Tienen mi sangre en un tubo de ensayo. Primero supe quien era, luego que debía hacer. Mis amigos dicen que puedo seguir esperando si quiero que la vida haga justicia y nos ponga donde debemos estar. Me corto el pelo una y otra vez, y otra vez y otra vez. He caído en la cuenta de que no tengo habilidades sociales para resultar interesante a gente a la que no me importa parecer de ninguna manera, pero no estaría de más no encontrarme tan incómodo en según que situaciones porque se me atisbe desde demasiado lejos que me es indiferente caer bien o caer mal. Quizás sea un lastre, quizás una virtud. Válgame, ya salió el orgullo a pregonar. No va a haber ningún momento mejor para jugárselo todo a una, a cara o cruz, a mi o a mi, ahora que la suerte me sonríe. Mi espacio vital es un círculo muy pequeñito y la presión me hace no saber si estoy demasiao' dentro o demasiao' fuera, pero mientras más apretado estoy más espacio tengo. No-se-comparte. No aún, no se merece. No se si coger a la vida del culo o del cuello. Ahora soy capaz de vivir todos sus problemas sin tenerlos, y eso me hace poder disfrutar mejor de las vistas, de mi tumbona y de mi sol, de vaya sol pa' un lunes, de vaya sol. Podría haber echado la vista atrás antes de haber empezado a redactar y ver donde y a que andaba el año pasado. Y pienso uf, como si fueran a cogerme. Necesito una isla pa' pensar en partículas elementales. A la que pasa le hago "así así" con la mano, como mi colega, y le digo "nada nada". Sobra tiempo y falta humo. Faltan medios, sobra actitud. Nada me falta, todo me sobra. Hay fotografías que te alegran la vida. Luego está Alessandra Mastronardi. 



Cráneo y Rels beats - Green room


No hay comentarios:

Publicar un comentario