1 jun 2015

Capítulo 90: Les gano a todos

La gente clama por algo con lo que llenar sus almas y tú nada más pensando que en hacer pachanga. Conciencias que están criando malvas, secas, descompuestas, antes de dejar de ser algo más que larvas ¡Si yo te contara...! Gente que no son nadie, discutiendo sobre cosas que no son nada y yo no soy más. Los humos bajaselos a ese ejecutivo, a la top model que conduce un smart y déjame en paz con mi escalera de luz. Que mis ojos son azul cielo y tal, tal vez, pero yo al menos me dejo ver, el cielo se lleva las nubes a la cara cada vez que se echa a llover. Y se cree que no lo veo, pero lo cato, reflejarme en otros rostros me mostró mis puntos flacos. El día a día enseña a pensar barato, put your hands up! Hermanito, esto es un atraco. No hay silbato posible, no hay árbitro, al menos en este ámbito, mientras Dios mira al sol yendo de Este a Oeste, neurótico como si fuera una partida de ping-pong asiático. La gravedad me ata con grilletes en vano. ¿Creían que quería volar en este plano? El mundo a sprint, el gatillazo espiritual del humano adicto a sufrir. Pero ¿es sano? Dime ¿quién ve un día gris? ¿quién pasea un dálmata, a un caniche con pedigree y quién a un mil leche?

"Sobre todo a ese. A este no le pude agarrar, pero a ese lo cogí de chico y empecé poco a poco: Sevilla, Sevilla, Sevilla... Y así cada vez más fuerte, hasta que, sin darme cuenta y cuando ya no se le podía hacer nada, estaba lo suficientemente dentro como para no salirse jamás". Así le contaba mi tío a mi cuñada mi historia, o mi historia con el sevillismo, o como me entró un virus que no tiene cura y del que irremediablemente no podré salir jamás. Bendita locura. No es la primera vez que somos campeones, de hecho, el año pasado por estas alturas estaba redactando una entrada parecida. Y es que cuando nos da por llevar la contraria somos capaces de hacer de algo inaudito una tradición. No, no es la primera, pero quizás si la más especial, porque si siempre he vivido este sentimiento desde la distancia y la soledad, esta vez he podido disfrutar en compañía las mieles de un éxito que es tan mio como míos son los fracasos cuando descendemos a los infiernos. Unir una pasión como es el fútbol y un sentimiento, como es el amor a un club, a mi, personalmente, me afecta de una manera tan fuerte que me trastorna por completo, tanto las funciones psíquicas como las biológicas y quizás hasta un poquito las espirituales, y no consigo disfrutar como debiere. Las nauseas, los nervios, me agarrotan y hasta por momentos me inmovilizan, pero se equilibra todo un poco cuando el cerebro da la orden de segregar adrenalina y luego va soltando pequeñas descargas de serotonina como el ratón que pulsa el botón para que caigan pipas. Yo no soy de los que alivian su tensión cantando, yo canto de alegría y de pena, pero durante los momentos en los que hay incertidumbre no me sale la voz, no me sale casi ni mirar, y no es porque no esté con ellos a muerte, debe de ser algo así como el miedo escénico que te entra en la trinchera cuando estás en batalla. Esta vez si estuve con mi ejército, presto a morir, presto a celebrar la victoria. Nunca vi tan bonita Sevilla. Tan roja y tan blanca a la vez. La historia salió a pasear, y sacamos nuestros galones y viejas medallas a las calles, como el soldado que ha sobrevivido a varias guerras y sale henchido con los uniformes de otros tiempos mostrando orgulloso la fidelidad durante mucho tiempo. Pasear entre camisetas de Antoñito, Carlitos, Tsartas, Súker, Juric, Castedo, Alfaro, Navarro, Baptista, y a la vez ser cómplice de todos y cada uno de los que estábamos allí presentes, tener un mismo fin y un mismo deseo crea vínculos fortísimos que mientras se trate con respeto a los que defienden otros colores le acercan a uno a si mismo y al ser humano. Fútbol, dicen, como si sólo fuese eso. Luego ya otra historia son las mujeres, de todas las edades, gustos, pero no colores, colores sólo dos. Todas preciosas, sobre todo las que más cantaban. Sufrí como el que más, sobre todo cuando el guión de la película no es ni mucho menos tranquilo, cuando todo empieza torciéndose y cuando sabes que eso que se tuerce es mucho más difícil de enderezar por todo lo que supone que por el mismo hecho de estar doblado en si. Pero sabemos sufrir, sabemos ser solidarios y sabemos luchar, estamos hechos para eso, y cuando conseguimos enderezar el rumbo gritamos muy fuerte y lloramos de alegría. Ganamos. Y ganamos, porque como dijo nuestro líder, nadie quiere a esta copa como nosotros, nadie la mima y la cuida tanto, nadie la desea ni lucha por ella como nosotros, y nadie le canta y le mira con nuestra voz ni garganta. Eso es verdad, nadie canta como nosotros, nadie le palmea por bulerías y no tienen nuestro repertorio que sacamos a las calles. Tanto fútbol, tanta gloria. Y yo ni siquiera me pude parar a echar fotos, de lo nervioso que estaba y por miedo a perderme un momento mágico, que quizás no se vuelva a repetir, pero está todo bien guardado en mi memoria. Eché de menos a gente, a gente que ni existe pero que existirá, eché de menos empatía, pero, sobre todo, no eché nada de más. Ni siquiera me sale escribir excelso, creo que me pasa un poco igual que con las fotografías, que lo siento tanto que no merece la pena ni dejar excesiva constancia de lo mismo acá, ni en ningún sitio. Ya hay otros haciéndolo por mi. Sólo dar las gracias a todos y cada uno de los que hicieron posible el jugar partidos cuando la temporada ha terminado, a lo que nos dan la gloria, a los que escriben nuestro nombre con letras de oro en la historia, porque si bien estaríamos aquí aunque todo eso no sucediese, estar y poder festejarlo no se paga con dinero. Hasta que me muera, eh, si, hasta que me muera:

Se-vi-lla-i-nó-ma-no.





 







Dicen que estamos locos de la cabeza, más de sesenta horas de carretera, no me importa la vida una puta mierda, yo seré del Sevilla hasta que me muera, hasta que me muera...

Biris norte, Sevilla campeón


Anoche vi a un vagabundo en un cajero de Caja Madrid con el bigote igual que Nietzsche, y me reí. Y no por maldad, me entró la risa floja por lo agridulce y fatal de la paradoja. Son horas de lectura y reflexión que se van al garete con tan sólo un par de litronas. Y me vuelvo a casa caminando como un zombie. Tía, no entiendo los putos semáforos de esta city. ¿Qué están? ¿En verde? ¿En rojo? Yo cago aquí, en medio de un paso de cebra, causando atascos como un yonqui. Y todo eso me inspira. Cualquiera puede emocionar a un ignorante recitando el Telediario en rima. Bienaventurado sea aquél que consiga sacar a un hombre inteligente de su rutina antes de que se vuelva loco o desarrolle un ego como un rascacielos en Taipei en pleno terremoto.

El sábado fue uno de esos días que deben de ser recordados por eso de como se viven y con quien los vives. Para unos, el mes de Mayo es el mes de las flores, para otros el de las comuniones y para los sevillistas siempre será el mes de la gloria. Como venía de festejar, me metí en dinámica de comunión y celebramos que mi primo Alberto con sus ocho añitos ha entendido la problemática que supone que este universo en el que vivimos esté creado por un Dios bueno y bondadoso que nos creo a partir del barro a su imagen y semejanza y al que hay que rendirle pleitesía eterna, al cual debes adorar en oraciones y eucaristías y evitar que te vea cuando estás introduciendo tus dedos en vaginas en lugar de santificar las fiestas. Para mi toda esa mierda es una excusa para reunirnos con todos aquellos con quienes compartimos vínculos sanguíneos y otros tantos con los que no y ponernos hasta las tetas de comer y beber juntos como hermanos miembros de una iglesia. Bienvenido sea, oye, pero que si desmontasen toda esa parafernalia tampoco estaría de más. Sea como fuere servidor disfrutó en exceso de ver feliz a su señora abuela, de la gran cantidad de regalos con un precioso escudo que le cayeron a mi primino y que ya quisiera yo para mi, de ver a mi querido padre con alguna copa de más que bien que se lo merece el hombre, de ver a mi madre con su querida familia que yo no se a santo de que tanta tontería pero bueh, allá cada cual disfrutando con sus movidas, de echar una charla con Martín y poner en claro todo aquello que tenemos en común y sobre todo poner una raya más en la pared porque te vuelves a cruzar con otra de esas personas que con sus palabras habla de lo mismo que tú (y eso ocurre pocas veces). También disfruté de ver a Lucio en un ambiente distendido, que siempre le tengo que ver cumpliendo con sus obligaciones, de ver a mi hermana bien bonita (aunque se pintarrajease la cara y se pusiese unos tacones que no vienen a cuento y que la deslucen en demasía), de ver a mi hermano con mi cuñada y que esta acudiese a la primera celebración familiar (ahora te queda la otra parte de la familia, verás que rico todo), y sobre todo me lo pasé como un enano con el mago y con mi tío Javi tirando del carro como siempre suele ocurrir en este tipo de eventos. Mandar desde aquí también un cordial saludo al chaval de la otra comunión y a la hija de Martín a los que también se les ha metido dentro la sangre roja, y hacer un llamamiento a la chavala del vestido rojo para que cuando cumpla la mayoría de edad se acuerde de los pobres y me de un toque. 

Por cierto, estoy tan guapo que ni salgo en ninguna foto. Y no es coña, todo está desordenado pero justo me pilla en ese momento en el que mi físico está en plenitud de belleza. Bueno, físico, ya me entendéis, lo de hacer ejercicio es algo que empezaré a tomarme en serio, me refería a estar guapote y esas cosas. Que pena no compartirlo ni compartirme. 


¿Por qué no lo tomas en serio, así la tragedia te escache el cráneo contra el pavimento? Bohemio, ¿te gusta este emporio de ambiente mortuorio donde te roban los sueños, los empaquetan, te los venden, los compras y te entretienes reventando las burbujas del plástico envoltorio? Pasan los días y, sin querer, me aislo y no puedo evitar en pensar en to´s esos que van de distintos, se compran ropa de distintos, paran con otros distintos y eso... ya es borreguismo. No le rías la gracia al que conspira tras humo de cortina. Mucha mierda da qué pensar, y mira, nos ponen una cantina enfrente y se nos olvida. Inculcan las mismas aspiraciones, la misma vida, las mismas metas, pero no el mismo punto de partida. En la tele, las sonrisas, los cabreos, las lágrimas, son de verdad... Pero están provocadas por mentiras. Y yo no sé qué cara me ven si me piden cincuenta céntimos... Qué va, hermano, estamos igual, ¿no me crees? Stephen Hawking estudia mi cartera. Tal vez te llame y quedemos pa pedir fuera de El Corte Inglés. Y acabo dando tumbos por la capital como un pobre infeliz. Miro la hora: es un número capicúa y te doy un toque al móvil, salgo gateando del taxi, rapeo letras mirando al suelo y me impulsan, me hacen subir y empiezo a levitar hasta salir de órbita y convertir cada calamidad en onda electromagnética pa' no volver...

La atmósfera una cáscara que pelar; el mundo, un fruto que comer.

Rakede - Landung berechtigt

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